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Después de años de trabajar como maestra, mi esposa Lisa, regresó a la escuela de posgrado para convertirse en terapeuta. Nuestra iglesia había abogado durante mucho tiempo por el apoyo a la salud mental y manteníamos una lista de referencias para los feligreses que necesitaran consejería profesional. Incluso habíamos desarrollado una beca generosa para ayudar con el pago de honorarios por consulta. Entonces, cuando Lisa estableció su nuevo consultorio, me entusiasmó recomendarle a varios de nuestros feligreses.
Lisa rápidamente se opuso a ser incluida en nuestra lista de referencias. «Seguramente no podré atender a la mayoría de las personas de nuestra iglesia. No usaré más de un sombrero con ninguno de ellos. No es ético».
Me sorprendió, pero me explicó: «No puedo ser la esposa del pastor y a la vez ser consejera [profesional], o compañera de adoración y terapeuta».
Los estudiantes de consejería profesional estudian la ética de las relaciones duales. Se les enseña a usar solo un «sombrero» relacional con un cliente y a tener mucho cuidado en las interacciones fuera de sus sesiones, incluso en las redes sociales. En las raras ocasiones en que un terapeuta debe usar dos sombreros con un cliente, el consejero está capacitado para prestar especial atención a cómo las otras interacciones influyen en la relación terapéutica.
La advertencia de Lisa aclaró algo con lo que yo había estado batallando durante años. Los pastores usan muchos «sombreros» relacionales con los feligreses. Es una realidad inevitable de la vocación. La mayoría de las otras vocaciones requieren una sola relación única: visitamos al médico para obtener ayuda médica, al mecánico para reparar el automóvil, ...