Este artículo fue publicado originalmente en inglés en enero de 2014.
El sufrimiento puede hacer que incluso cristianos firmes y maduros se pregunten: ¿Cómo puedo creer que Dios es bueno, y que está conmigo y a mi favor? De ninguna manera es seguro que las personas que sufren encuentren consuelo en el cristianismo. Algunos cristianos incluso optan por rechazar su fe después de haber sufrido. Como yo mismo he sufrido pérdidas graves y he escrito mucho sobre ellas, tenía curiosidad por saber cómo abordaría Timothy Keller este difícil tema en su libro Walking with God through Pain and Suffering [Caminando con Dios a través del dolor y el sufrimiento].
Resulta que el libro adopta una perspectiva sorprendentemente amplia. El libro es a la vez apologético, teológico y pastoral. Como apologeta, Keller, pastor fundador de la iglesia Redeemer Presbyterian Church en Nueva York, explica cómo otras religiones y filosofías abordan y responden al problema del mal y el sufrimiento. Tras explorar otras opciones (estoicismo, budismo y muchas más), demuestra convincentemente que la respuesta cristiana es más satisfactoria intelectualmente, y útil personalmente. Pero, añade, esta respuesta cristiana debe ser auténtica, y no una expresión insípida y superficial del cristianismo.
Según Keller, ha sido solo en los últimos 200 años que los occidentales han utilizado el mal y el sufrimiento como argumento contra la existencia (o la bondad) de Dios. Critica especialmente la visión moderna y secular del sufrimiento, que deposita toda la confianza en la razón humana y supone que Dios —si es que hay un Dios— existe únicamente para hacernos felices. Esta visión ayuda a explicar por qué tantas personas evitan el sufrimiento a toda costa, hacen todo lo posible por gestionarlo y minimizarlo cuando interrumpe en sus vidas y, si persiste, a menudo caen en la desesperanza absoluta. Al final, una visión secular nos deja vacíos y solos, sin respuestas y desprovistos de todo consuelo y confianza.
La respuesta cristiana al sufrimiento, por su parte, es más coherente, completa y humana que cualquiera de las alternativas. Es consciente de las emociones humanas. Considera a Dios, quien es soberano y también participa del sufrimiento. Es la única que satisface el anhelo humano de sentido y significado. Y es, por mucho, la más esperanzadora. Keller resume la perspectiva cristiana con la metáfora de un horno en el que las llamas del sufrimiento consumen nuestras inclinaciones pecaminosas. Sí, esto es doloroso, pero este proceso de purificación nos santifica, siempre y cuando nos dirijamos al Dios que se revela a sí mismo como trascendente y presente; Vencedor y Víctima, Señor y Siervo.
Una vereda a través del valle
En ciertos momentos, Keller parece pasar del atril al púlpito. Como teólogo y predicador, ofrece una visión exhaustiva, equilibrada y matizada del sufrimiento desde una perspectiva bíblica. En algunas ocasiones, el sufrimiento es una manifestación del juicio de Dios sobre todo pecado (nuestra expulsión del jardín del Edén) o el castigo por un pecado individual (el adulterio de David). En otras ocasiones, sus causas parecen aleatorias e injustas (la angustia de Job).
Keller se muestra cauto ante las afirmaciones generales que implican una única respuesta para todas las circunstancias. Basándose en las Escrituras, muestra que existen diversas formas de sufrimiento: algunas por culpa nuestra, otras como resultado de la traición y la pérdida, y otras totalmente misteriosas. Y afirma que no hay dos personas que respondan al sufrimiento de la misma manera. Algunos se enfadan; otros caen en la depresión.
Sin embargo, podemos saber esto con certeza: todas las personas sufren; sin embargo, en Cristo, Dios ha proporcionado un camino para poder atravesarlo. En la cruz, el sufrimiento de Jesús vence al sufrimiento y vuelve al mal contra sí mismo, precipitando su destrucción. Nos abre el camino para recuperar la comunión con Dios y compartir su gloria.
Keller ofrece sabios consejos para guiarnos a través del valle de sombra de muerte. Aquí, el predicador abandona el púlpito y se une a nosotros en la sala de estar, y establece un curso de acción realista y práctico. «Debemos afrontar y atravesar el sufrimiento sin conmoción ni sorpresa, sin negar nuestra pena y debilidad, sin resentimiento ni miedo paralizante, pero también sin resignación ni capitulación, sin rendirnos ni desesperar».
Así pues, podemos y debemos caminar a través del sufrimiento, incluso cuando el camino esté envuelto en la oscuridad. También podemos llorar, pues la propia Biblia proporciona un rico lenguaje de lamento (los Salmos, por ejemplo), afirmando así la legitimidad de las emociones humanas. El propio Jesús murió con un salmo de lamento en los labios, clamando: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Salmo 22:1; Mateo 27:46).
Podemos confiar en Dios, porque la historia bíblica nos ayudará a resistir cuando nuestras propias pequeñas historias parezcan confusas y nos sintamos abandonados. Y podemos orar, como hizo Job. Aunque lleno de angustia y desesperación, Job siguió luchando con Dios —a diferencia de sus amigos, que hablaban de Dios pero nunca lo conocieron realmente—. En esa historia, tan importante para Keller, Dios se revela todopoderoso y accesible, trascendente y personal, y finalmente como la respuesta definitiva al sufrimiento de Job.
También podemos pensar, agradecer y amar, lo que nos permitirá soportar y madurar. Pensar requiere que centremos nuestra mente en las verdades eternas reveladas en la historia bíblica. Aunque pensar no nos puede sacar del sufrimiento, es posible —y útil— pensar en las verdades bíblicas que hacen comprensible nuestro sufrimiento. Agradecer, a su vez, nos obliga a reordenar nuestros amores y a reubicar nuestra gloria, dirigiendo nuestra atención hacia Aquel que doblega al sufrimiento para su gloria y para nuestro beneficio. Amar significa perseguir la virtud que refleja más perfectamente la naturaleza de Dios. Dios eligió el camino del amor en la cruz; nosotros también podemos hacerlo en nuestro sufrimiento.
Por último, podemos depositar nuestra esperanza en el control soberano de Dios sobre el futuro. En el momento oportuno, Jesús volverá para establecer su reino en la tierra, renovando todas las cosas y enjugando toda lágrima. El resultado final será tan maravilloso que incluso el peor sufrimiento que hayamos padecido parecerá hermoso y santo a la luz del acto final de redención de Dios.
El elemento humano
Keller se ha convertido en una especie de padre de la Iglesia moderna. Los talentos que le han permitido sobresalir como pastor, fundador de iglesias y autor de libros de superventas se muestran magníficamente en este libro. Leyó mucho en preparación, demuestra un dominio impresionante de la Biblia y de la teología cristiana, y se atreve a enfrentarse a la cultura secular sin ponerse a la defensiva ni ser servil.
Keller es especialmente impresionante en la forma en que identifica las aparentes tensiones de la Biblia antes de pasar a resolverlas, una y otra vez, en Jesucristo. Sin embargo, es igualmente pastoral. Incluye historias personales al final de la mayoría de los capítulos, escritas por personas que han sufrido, con lo que añade un elemento humano a la sustancia apologética y teológica del libro.
Solo me queda una pregunta: ¿Quién leerá este libro? Obviamente, muchos lo harán, simplemente porque lo escribió Tim Keller. Seguramente ayudará a los lectores a pensar de forma crítica y correcta sobre el sufrimiento, y a reflexionar sobre él desde una perspectiva cristiana.
Pero, ¿es para alguien que está afrontando las primeras fases de una gran pérdida? No estoy tan seguro. A veces, antes de que la gente esté preparada para leer un libro sobre el sufrimiento —especialmente uno tan sustancioso—, necesitan amigos simplemente para que les acompañen en su sufrimiento. (El hecho de que el libro de Keller sea más estrictamente teológico que narrativo o poético solo refuerza este sentimiento). Si conoces a alguien en esta situación, podrías pensar en esperar un año antes de recomendarle el libro.
Mientras tanto, léelo por ti mismo. No se me ocurre un recurso mejor para comprender el sufrimiento, soportarlo con esperanza y ayudar a otros cuyo sufrimiento es demasiado profundo para cualquier palabra excepto la Palabra, es decir, Aquél que está verdaderamente con nosotros y por nosotros.
Gerald L. Sittser es profesor de Teología en la Universidad Whitworth y autor de A Grace Disguised: How the Soul Grows through Loss y A Grace Revealed: How God Redeems the Story of Your Life (Zondervan).
Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.
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