Después de años de trabajar como maestra, mi esposa Lisa, regresó a la escuela de posgrado para convertirse en terapeuta. Nuestra iglesia había abogado durante mucho tiempo por el apoyo a la salud mental y manteníamos una lista de referencias para los feligreses que necesitaran consejería profesional. Incluso habíamos desarrollado una beca generosa para ayudar con el pago de honorarios por consulta. Entonces, cuando Lisa estableció su nuevo consultorio, me entusiasmó recomendarle a varios de nuestros feligreses.
Lisa rápidamente se opuso a ser incluida en nuestra lista de referencias. «Seguramente no podré atender a la mayoría de las personas de nuestra iglesia. No usaré más de un sombrero con ninguno de ellos. No es ético».
Me sorprendió, pero me explicó: «No puedo ser la esposa del pastor y a la vez ser consejera [profesional], o compañera de adoración y terapeuta».
Los estudiantes de consejería profesional estudian la ética de las relaciones duales. Se les enseña a usar solo un «sombrero» relacional con un cliente y a tener mucho cuidado en las interacciones fuera de sus sesiones, incluso en las redes sociales. En las raras ocasiones en que un terapeuta debe usar dos sombreros con un cliente, el consejero está capacitado para prestar especial atención a cómo las otras interacciones influyen en la relación terapéutica.
La advertencia de Lisa aclaró algo con lo que yo había estado batallando durante años. Los pastores usan muchos «sombreros» relacionales con los feligreses. Es una realidad inevitable de la vocación. La mayoría de las otras vocaciones requieren una sola relación única: visitamos al médico para obtener ayuda médica, al mecánico para reparar el automóvil, al terapeuta o consejero para obtener ayuda emocional. Pero debido a que el ministerio de la iglesia tiene múltiples niveles, los pastores deben cumplir múltiples roles para ser efectivos. Esta complejidad relacional es un desafío único en el ministerio.
Un peso agotador
A veces, estos roles y relaciones superpuestos son molestos, pero relativamente inocuos, como cuando yo llego a la fiesta de un miembro de la congregación. La risa se detiene y alguien dice: «Bueno, iba a contar ese chiste, pero el pastor está aquí». En momentos como este, los pastores se dan cuenta de lo difícil que es para algunos feligreses verlos como seres humanos. Por el contrario, imaginan un letrero sobre nuestras cabezas que dice: «Oficial enviado por Dios para vigilar tu libertad condicional».
Imagina a una pastora el día de Navidad. Ella organiza la cena de Navidad con algunos amigos, pensando que su sombrero de pastora está colgado en el armario. Entonces su amiga dice: «Oye, aprovechando que estás aquí… no cantamos suficientes villancicos durante el servicio de Nochebuena. Y no soy la única que opina esto; varios otros comparten mi opinión. Solo pensé que querrías saberlo».
Detén ese pensamiento allí mientras saco mi sombrero de pastora, el que casi nunca me quito, piensa ella. El que está manchado por una intensa temporada de cuidado pastoral que culminó en un maratón de Nochebuena de 13 horas. Además, recuérdame por favor prenderle fuego al sombrero de «amigos con miembros de la iglesia» de una vez por todas.
Este cambio rápido de sombreros puede ser más que inocuo: puede agotar a los pastores. Se espera que los pastores tengan un conjunto de habilidades inusualmente amplio, y algunas de las capacidades requeridas se contradicen activamente entre sí. Es común que un pastor organice una reunión de la junta de líderes, prepare un presupuesto, hable con un miembro del personal de la iglesia sobre sus metas y el desarrollo profesional, organice un funeral y se siente a hablar con alguien que entró a la iglesia pidiendo dinero, todo en el mismo día.
Siento este agotamiento con mayor profundidad cuando termino de predicar un sermón y paso inmediatamente a escuchar a los feligreses contarme sus penas después del servicio. Mi cuerpo todavía siente la adrenalina y la vulnerabilidad de la predicación, y mis pensamientos giran rápidamente sobre lo que dije y cómo podría haberlo dicho mejor. Pero antes de que tenga tiempo de concentrarme, alguien está pidiendo oración porque recientemente recibió un diagnóstico de cáncer, o por interminables problemas con un hijo adulto. Mi sombrero de predicador es rápidamente reemplazado por mi sombrero de guía espiritual.
Y no es solo el cambio de sombrero lo que dificulta las cosas. En algunas relaciones pastorales, tenemos que usar múltiples sombreros superpuestos. La presidenta del consejo de ancianos es una maravillosa persona, y es un placer servir con ella. Pero nuestra relación es complicada porque ella es mi jefa y yo soy su pastor. Me enorgullece llamarla a ella y a su esposo mis amigos, pero estas dinámicas enredadas complican las cosas para todos.
En la obra de William Shakespeare Enrique IV, Parte 2, el personaje principal dice: «Inquieta yace la cabeza que lleva una corona». No tengo experiencia de primera mano con coronas, pero ¿serán tan pesadas y difíciles de manejar como una pila de 20 sombreros?
¿Qué vamos a hacer con todas estas relaciones superpuestas y conflictivas? Como pastores, no tenemos la opción de evitar las relaciones duales como lo hacen los terapeutas. ¿Podemos mitigar el peso y el cansancio que conlleva esta vocación polifacética?
Amistades ministeriales: sombreros superpuestos
La mayoría de los sombreros del ministerio se pueden clasificar en dos pilas generales, los que usamos según nuestras capacidades y los que usamos según las expectativas. La pila de las capacidades podría incluir sombreros como consejero, predicador, experto en la Biblia, visionario, gerente de personal, reclutador, director espiritual y recaudador de fondos. La gran variedad de habilidades requeridas es suficiente para dejarnos molidos.
Sin embargo, en mi experiencia, los sombreros de la pila de capacidades no son los más pesados. Los sombreros que generan más ansiedad y conflicto son los que uso debido a las expectativas que tengo sobre mí mismo o que otros tienen de mí. Espero ser un predicador estrella, un servicio de atención abierto las 24 horas del día y un experto en cosas que nunca he hecho antes, como una campaña importante. Otros pueden verme como un partidario político, como una proyección de su disfunción o como el departamento de quejas.
Pero hay un sombrero con el que todos los pastores deben lidiar que desafía la categorización, el de amigo.
¿Pueden los pastores tener amistades verdaderas y vivificantes dentro de sus congregaciones? Cada célula dentro de mí quiere responder: «¡Sí, por supuesto!». Pero en lugar de eso debo decir: «Depende. Procede con precaución».
¿A cuántos miembros de la congregación sus amigos los critican regularmente por su desempeño laboral? La gente no se queda después de un servicio cuestionando las calificaciones de la ingeniería civil de Pedro o debatiendo las habilidades de Daniela como agente de seguros. Pero todos se sienten bastante cómodos analizando el último sermón del pastor o la decisión de liderazgo que tomó.
Luego, por supuesto, hay personas que necesitan estar cerca del pastor de una manera poco saludable. Una vez, un nuevo miembro de la iglesia me dijo: «Solo me quedo en una iglesia si el pastor y yo somos amigos cercanos». ¡Qué cosa! Yo ya tenía suficiente tiempo en el ministerio como para saber que la mejor respuesta para esto era dejar que se decepcionara de mí tan pronto como pudiera. «Si tu única lente para involucrarte en la iglesia es tu amistad conmigo, entonces dudo que te involucres mucho. Espero que puedas encontrar el camino a una iglesia en la que simplemente puedas crecer y servir». Se quedó unos meses y luego se mudó a la siguiente iglesia, en busca del amigo influyente que tanto necesitaba.
Además, los pastores pueden olvidar que no importa qué sombrero se pongan en un momento dado, incluido el sombrero de amigo, la mayoría de las personas aún verán el sombrero de pastor asomándose por debajo. Hace años, estaba realizando una campaña importante y le pedí a una pareja casada que consideraba buenos amigos que se ofrecieran como voluntarios en el equipo de planificación. Después de unos días de silencio, el esposo finalmente respondió que ellos no podrían ayudar. Pero accidentalmente también reenvió la correspondencia entre él y su esposa discutiendo mi solicitud. Uno de los correos electrónicos de su esposa decía: «La última vez yo le dije que no, ahora es tu turno».
Esa correspondencia privada me ayudó a ver que mis amigos de la iglesia también enfrentan un desafío en el manejo de mis múltiples roles relacionales. Cuando pienso en amigos de la iglesia que critican mis sermones, puedo caer en la autocompasión. Pero me ayuda a considerar la perspectiva de mis amigos: ¡Después de todo, soy el único en el grupo de amigos que se sube a un escenario para llevar a cabo un monólogo con ellos todas las semanas!
Sí, los pastores pueden disfrutar de amistades dentro de la iglesia. Pero los pastores sabios recuerdan que incluso sus amigos más cercanos dentro de la iglesia están navegando en una relación dual con ellos. Y para la mayoría de los feligreses, podría ser mejor seguir siendo una persona amigable que un amigo.
El remedio más simple para la complejidad de las amistades ministeriales es invertir en relaciones de un solo sombrero fuera de la iglesia. El pastor y autor Glenn Packiam habla de que un pastor tiene la necesidad de una serie de relaciones que requieran un solo sombrero, y que todas desempeñen diferentes roles en la vida del pastor. Packiam compara esto con el grupo central de La Comunidad del Anillo de J. R. R. Tolkien. Frodo tenía un verdadero amigo en Sam, un sabio juicioso en Gandalf, un sanador en Elrond, etc. Estoy seguro de que todos hemos escuchado sobre las alarmantes estadísticas de soledad y agotamiento en el ministerio. Desafortunadamente, a menudo los pastores todavía descuidan la inversión adecuada en estas relaciones necesarias de un solo rol.
En mi asesoramiento a otros pastores, los insto a hacer un inventario rápido de sus relaciones de un solo sombrero. ¿Cuántas tienen? ¿Qué papel juega cada relación? Y ¿cuánto tiempo invierten en cada una? Mi propia vida pastoral se ha visto poderosamente aliviada por mi inversión intencional en estas relaciones de un solo rol fuera de mi iglesia. Me han dado una nueva habilidad para cultivar relaciones más sanas dentro de mi iglesia.
Suposiciones erróneas y expectativas exageradas
Dedico gran parte de mi tiempo capacitando a otros pastores para que aprendan a notar, nombrar y disipar la ansiedad crónica. Este tipo de ansiedad se diferencia de otras formas como el trauma o el duelo porque surge de suposiciones, expectativas y creencias falsas. Tenemos suposiciones erróneas sobre nosotros mismos y expectativas poco razonables sobre nuestros niveles esperados de competencia vocacional, los cuales conducen a creencias insostenibles que generan ansiedad crónica. Desafortunadamente, las suposiciones y expectativas no son asuntos privados. De buena gana las colocamos los unos sobre los otros. La ansiedad crónica es la única forma de ansiedad que es contagiosa.
Por ejemplo, un joven pastor me dijo recientemente que después de uno de sus sermones, una nueva familia vino a conocerlo. Se acababan de mudar a la ciudad y estaban ansiosos por encontrar una iglesia como la anterior. «Nuestro último pastor fue el mejor predicador que jamás hayamos escuchado», dijeron. «Nadie exponía las Escrituras como él lo hacía».
Su expectativa, aunque inocente, infectó las suposiciones de este pastor acerca de sí mismo como un joven plantador de iglesias. Si este joven pastor no tiene cuidado, esta infección de ansiedad crónica formará la falsa creencia de que tiene que predicar de cierta manera para mantener feliz a la gente. Él apilará sombreros sobre su cabeza que Dios jamás le dijo que se pusiera.
La expectativa en sí no es mala: se nos debe exigir un estándar alto y las personas deben esperar ciertas cosas de nosotros. Pero la continua presión vocacional de los pastores se magnifica cuando la gente coloca sobre ellos expectativas irrazonables e inalcanzables. Algunas personas piensan que saben cómo dirigir una iglesia simplemente porque asisten a una. Otros tienen la creencia subconsciente de que Dios está de su lado sin importar la opinión que expresen. Sus expectativas pueden infectar las nuestras y generar un estrés tremendo.
Pocas cosas provocan tanta ansiedad como las cosas que nos exigimos a nosotros mismos. Algunos pastores creen que siempre deben hacer todo perfectamente bien todo el tiempo. Otros sienten que siempre deben estar ahí para aquellos que sufren, sin importar el daño a su propio bienestar. Algunos están motivados por complacer a las personas: ningún crítico puede expresar una opinión negativa sin que estos pastores intenten ganarse al detractor. Y aún otros esperan que cada sermón que predican sea el mejor que hayan dado. Ninguno de estos sombreros de expectativas pertenece al ropero del pastor: simplemente no encajan.
Como pastores, haríamos bien en practicar el difícil arte de la diferenciación del yo: notando cuando estamos viviendo bajo expectativas internas y externas insostenibles, y definiendo claramente una capacidad y alcance de tamaño humano para nosotros mismos. Debemos aprender a tamizar nuestras propias falsas expectativas y creencias. Debemos tirar los sombreros que no pertenecen a nuestras cabezas y cambiar el tamaño de los que nos quedan hasta debajo de las cejas.
Pastor, ¿esperas más de ti mismo que lo que Dios espera de ti? He encontrado que una pregunta simple es útil para traer alivio a esto: ¿Qué pasaría si yo fuera tan ________ conmigo mismo como lo es Dios?
Por ejemplo, ¿qué pasaría si fuera tan amable conmigo mismo como lo es Dios? Esta pregunta me ayuda a ver que el «evangelio» en mi interior es siempre más duro que las Buenas Nuevas de Jesús.
Aprender a vivir como pastores de tamaño humano no es algo natural para nosotros. A menudo usamos el versículo que dice «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13) como una licencia para el autoabuso y el agotamiento. Pero el pastoreo es lo suficientemente complejo sin que agreguemos más sombreros al montón que ya tenemos.
Las bendiciones dinámicas del ministerio pastoral
Nosotros, los pastores, nunca tendremos relaciones de un solo sombrero con nuestros feligreses, ni deberíamos intentarlo. Pero sí podemos mitigar el peso de los múltiples sombreros aprendiendo a reconocerlos, prestando atención al cambio rápido de uno a otro, cultivando relaciones de un solo sombrero fuera de nuestra iglesia, e identificando y rechazando expectativas poco realistas.
Podemos envidiar a los consejeros y terapeutas con sus vocaciones concisas y relaciones de un solo rol, no obstante, el ministerio pastoral es un llamado asombroso. Ninguna otra vocación nos abre tan plenamente a la maravilla y el misterio de Dios, y a la sagrada tarea del cuidado del alma. Nos pagan por estudiar las Escrituras, disfrutar de Dios frente a la gente, atender a las almas de nuestros feligreses a lo largo de los años, visualizar tangiblemente el reino de Dios llevado a cabo localmente y hacer algo por los lugares más quebrantados de la sociedad.
Muchas personas en mi congregación han compartido su dolor, arrepentimiento, duda y pecado conmigo, pero también comparten su sanación, alegría, esperanza y hambre espiritual. Usar múltiples sombreros puede ser agotador, pero no conozco otra vocación que experimente la vida abundante como la de un pastor. Es una vocación compleja, maravillosa, agotadora, estimulante y santa.
Steve Cuss sirve en el equipo pastoral de Discovery Christian Church en Colorado. Sus libros incluyen Managing Leadership Anxiety: Yours and Theirs y The Expectation Gap: The Tiny, Vast Space between Our Beliefs and Experience of God.
Traducción por Sergio Salazar.
Edición en español por Livia Giselle Seidel.
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